Sin que nos tachen de pesimistas, lo cierto es que estamos inmersos en plena crisis climática, donde hemos agotado los recursos del planeta. Se estima que la humanidad tendría que haber necesitado 1,75 planetas, solo en el 2022, para satisfacer nuestras necesidades de recursos a nivel global.
Detrás de estos cambios y desastres naturales se encuentra la mano del hombre. Por eso, también está en nuestras manos intentar frenar el desastre. Una de las formas más consecuentes podría ser a través del turismo. Se prevé que este año el turismo mundial siga creciendo, pero eso no significa que tengamos que masificar lugares y dañarlos.
Es por eso que se ha establecido una lista con los lugares que necesitan un descanso y lo que ha hecho Fodor’s Travel con su lista Fodor’s No List 2023.
LOS LUGARES QUE NECESITAN UN DESCANSO
Uno de los problemas de la subida del nivel del mar es la erosión de nuestras costas. Cuando hay tormentas estas causan estragos en nuestras playas, llegando incluso a comerse parte del litoral. Esta situación afecta especialmente a Francia, concretamente al espectacular paisaje de Étretat, en Normandía, que debe hacer frente a deslizamientos y al asedio constante de turistas.
La instalación de una plantación para el tratamiento de aguas residuales tuvo que cerrarse en 2021 ya que no podía ponerse en funcionamiento debido a que la población se triplicaba. También ocurre algo similar en el El Parque Nacional Calanques de Marsella; que este año tuvo que introducir un sistema de reservas con un límite de 400 visitantes.
Por su parte, Venecia está poniendo también frenos al turismo masivo con varias acciones. Desde hace años la ciudad vive por encima de sus posibilidades. Los vecinos han sido expulsados del centro y la ciudad de los canales recibió, después de la pandemia, 80.000 visitantes al día.
Para este año está previsto que se aplique la tasa turística, que irá de 3 a 10 euros, y los cruceros ya hace un año que no pueden entrar al centro histórico para evitar las aglomeraciones. El problema de los cruceros también persigue a Barcelona, otra de las ciudades más afectadas por la contaminación y el turismo masivo.
La lista de Fodor’s 2023 también llega hasta California, concretamente al Lago Tahoe. La pandemia hizo que muchas personas emigraran a zonas naturales. En este sentido, Tahoe experimentó un gran crecimiento de vecinos que ocuparon de forma masiva sus senderos y lago.
El principal problema al que se enfrenta el lago ahora, según The League to Save Lake Tahoe, es la contaminación de sus aguas. Tal y como aseguran, la única forma de pararla es frenar las visitas y alejar a los coches de los alrededores.
La Antártida es el siguiente destino marcado en la lista. Aparentemente este destino remoto y frío no debería experimentar el turismo de masas, pero lo cierto es que no es así. El deshielo está propiciando que se comercialicen expediciones y viajes a la Antártida con más regularidad.
“A diferencia de otros destinos de aventuras invernales, aquí no se puede viajar por tierra. Los barcos y los aviones producen carbono negro, un contaminante del aire causado por la quema de combustibles fósiles, que oscurece la nieve y, de hecho, hace que el hielo se derrita más rápido”, subrayan desde Fodor’s. Así también lo asegura un estudio de la revista Nature publicado en febrero del 2022.
La costa Amalfitana también pedía auxilio el pasado verano. El tráfico provocaba problemas de circulación en sus estrechas carreteras y obligaba a los ayuntamientos ha idear un nuevo sistema de regulación de los turismos para evitar atascos de horas. Quizá la mejor manera de evitarlo, es dejar de visitarlos en temporada alta.
El turismo masivo afecta a las Baleares en verano, y a sus aguas con la llegada de embarcaciones que destruyen los fondos marinos y la posidonia. Así como a otras zonas de Andalucía, como el Parque Natural de Cabo de Gata en Almería o la costa de Cádiz.
En Tarifa en verano saltaron las alarmas, así lo documentaba un reportaje El País. “En el verano de 2021 pulverizó su marca de 2019: solo en julio de ese año sobrepasó los 34.365 viajeros, lejos de los 22.750 del mismo mes dos años antes, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE)”, explicaba.
Ocurría algo similar en Cala Mosca, en la costa alicantina. Así lo explicábamos en Traveler.es: “Estos días, la asociación Salvemos Cala Mosca protesta contra la inminente construcción de 2.200 viviendas residenciales proyectadas en el área. Una amenaza que, según ellos, podría destruir para siempre este ecosistema y a dos especies protegidas por la Unión Europea.
El último episodio de una costa mediterránea (y un mundo) que adolece del impacto medioambiental y la pérdida de identidad”. Es verdad, la lista en nuestro país es demasiado larga, quizá ante esto lo que podemos es alzar la voz y proteger estos espacios, y por supuesto, practicar otro tipo de turismo más responsable.
Yuniet Blanco Salas