Desde la Habana por Enrique Buitrago
Caminar por La Habana es como hacer un viaje a un pasado cercano, a un lugar que permanece en nuestra memoria grabado en películas en blanco y negro.
Y es que La Habana además de poseer una herencia histórica y cultural de primer orden, conserva milagrosamente un parque automovilístico anclado en los años 60 del siglo pasado.
Lo primero que sorprende a cualquier extranjero que visite la isla, es la impresionante cantidad de autos antiguos, de los cuales son muchos clásicos, algunos de los cuales hoy se venden por cientos de miles en las subastas de los Estados Unidos.
Por suerte o por desgracia, Cuba cuenta con uno de los parques automovilísticos más antiguos del mundo, digno de ver para los que viajan allí como turistas, pero demasiado vetustos, contaminantes e inseguros para los que viven allí.
Aunque el pueblo supo mantenerse en pie, y a pesar de que pudo desarrollarse en muchos otros aspectos, el parque automotor simplemente se detuvo en el tiempo ante la inviabilidad de adquirir modelos nuevos.
Los ineficientes y contaminantes motores han sido sustituidos por otros más modernos, que muchas otras piezas se troquelan artesanalmente porque no hay repuestos.
Y que se aprovecha hasta el último tornillo de todo vehículo destinado a chatarra para revender las piezas, cambiarlas o modificarlas para volver a usarlas.
Estos automóviles americanos dejaron de entrar en Cuba en 1959 y porque no hay apenas alternativas, todos esos vehículos todavía se conservan hoy en día, aunque el 90% han sufrido importantes modificaciones.
La gran mayoría montan motores diésel de camión en lugar de los V8 originales. Las mecánicas han sido sustituidas por otras más económicas y en ocasiones fiables que pueden mantenerse sin un costo tan alto como el de aquellos reconocidos V8 americanos.
Todos estos autos siguen contaminando como lo hacían en los años 50, o incluso más después de haber pasado por las infinitas reparaciones de los mecánicos cubanos con sus precarios medios.
Algunos de estos clásicos mantienen sus mecánicas originales y en algunas provincias se pueden ver muchos de ellos en perfecto estado, algunos restaurados y otros en proceso.
Aunque son pocos los autos que conservan sus partes originales. De hecho, son pocos los que pueden decirse estar en adecuadas condiciones de mantenimiento porque hasta un Cadillac puede servir como taxi.
Pero la labor de mantener sus medios de transporte que para otros son verdaderas joyas motrices ha convertido a muchos cubanos en unos apasionados de la restauración, o cuando menos, en empíricos mecánicos.
La época de aproximación a la URSS que llenó la isla de autos rusos como los Lada no hizo desaparecer de las calles y carreteras cubanas los vehículos de procedencia norteamericana, que siempre han sido más fiables que los vehículos soviéticos.
Tras la caída de la URSS los viejos Ford, Chevrolet, Pontiac o Chrysler siguieron rodando a pesar de los años, el óxido, el embargo de repuestos, los huracanes, el clima tropical, el salitre y los baches.
Los llamados «almendrones» son los más conocidos del parque automotor de Cuba. Son los vehículos de los años 30, 40 o 50, la mayoría de ellos de origen americano. Más de medio siglo después de su época de esplendor, esos Cadillac, Chevrolet o Pontiac siguen rodando por las carreteras de la isla.
Se calcula que más de 60.000 de los llamados «almendrones», de apelativo coloquial y despectivo por el mal estado que tienen.
Los conductores de los almendrones son auténticos genios del volante, capaces de hacer circular esos autos que en manos de cualquiera de nosotros serían inmaniobrables por sus embragues gastados, cajas de cambios que no engranan si no es haciendo el juego necesario de acelerador y embrague, o direcciones como piedras, que hacen retorcer los brazos de los conductores cubanos.
Además las calles de La Habana están llenas de agujeros y todo tipo de imperfecciones que hacen que los conductores tengan más mérito de ser capaces de circular sin dañar sus herramientas de trabajo.
El mayor número de accidentes es de vehículos estatales, cuando se suponen que los conductores deben cuidarlos mejor, porque forman parte del inventario de la propiedad social.
De acuerdo con los récords históricos, Pinar del Río ha sido de las provincias que a cada rato marca pautas con los accidentes, ya que como no hay un agente del orden para cada esquina, los irresponsables se han multiplicado.
Con un turismo en alza, estos vehículos se hicieron famosos y la mayoría de tipo descapotable, pasean a los turistas por el Malecón y también se concentran al lado del Capitolio, donde acaba la calle Obispo, punto clave para los turistas en La Habana.
Para los mecánicos cubanos, el modelo más sencillo de mantener es el Chevrolet de 1951, ya que se cuenta que los rusos (que tenían una estrecha relación con Fidel por razones obvias) construyeron un motor de características similares, por lo que conseguir piezas de recambio para el modelo norteamericano sólo basta reemplazarle por el del motor ruso. .
Por toda Cuba, y especialmente en las zonas marginales, se pueden encontrar autos clásicos en un estado envidiable. La valoración de estos autos es mayor al de otros países porque detrás de éstos existe toda una historia familiar enriquecida cuando menos desde hace 40 años, ya que han ido pasando de generación en generación, para seguir anclados en el tiempo.
Hay modelos americanos conocidos como los Chevrolet Bel Air, Ford Fairlane, pero también hay Ford Falcon (hechos en Argentina), Moskvitch 2141, GAZ 2410, los Chinos de los Beijing BJ212, los Polski Fiat 126p, algunos Peugeot 405 que llegaron en 1990, y también los Chinos de Geely Emgrand EC7 ya se empiezan a verse en la Habana para agentes del gobierno y para rentarlos.
Pero en un país con un parque automotor tan reducido, los precios son disparatados. Por un Mercedes del 89 se piden unos 50.000 dólares y por un Chevrolet del 57 restaurado a la «criolla» se pide 14.000 dólares.
Los Lada entregados hace años a científicos, médicos y profesores universitarios, ahora han subido de precio. De hecho, hoy se comercializan, pero el vendedor sigue apareciendo como propietario, por lo que suelen acarrear problemas con la transacción.
Los vehículos han terminado por convertirse en un símbolo identificador más de La Habana, la ciudad donde su presencia es más llamativa, y donde estos clásicos son uno de los objetivos más fotografiados por los visitantes.
Parte de la historia de Cuba está puesta sobre sus autos, y en definitiva, Cuba es un museo del automóvil al aire libre.